03. Leer escuchando: "Sexy Boy" by Air
Era un sábado tranquilo, pero San no podía quitarse de la cabeza el reencuentro con Pipin. Habían pasado días desde aquella conversación en el parque, y aunque San no era del tipo que esperaba señales del destino, no podía evitar sentirse inquieto. Así que, como cualquier otra mañana de fin de semana, decidió salir a desayunar en su café favorito, tratando de despejarse.
El lugar estaba más lleno de lo habitual, y San apenas logró encontrar una mesa en la esquina. Mientras esperaba su café, un hombre alto, de cabello rizado y una sonrisa descarada, se acercó con acento argentino inconfundible.
—¿Te importa si compartimos mesa? Está todo lleno y, bueno, prometo no hablar demasiado… a menos que quieras —dijo con un tono juguetón.
San, algo desconcertado pero intrigado, asintió.
—Claro, adelante.
El hombre estaba de paso en la ciudad por un proyecto fotográfico. En cuestión de minutos, la conversación fluía con naturalidad. Tenía una energía magnética, su forma de hablar combinaba confianza y un toque de humor que desarmaba a cualquiera.
—Así que, San, ¿Cuál es tu historia? —preguntó, mientras tomaba un sorbo de su café.
San sonrió, algo nervioso.
—Oh, no es tan interesante como la tuya, seguro. Trabajo como editor en una revista, vivo cerca, y… bueno, últimamente, estoy lidiando con un reencuentro del pasado.
El hombre arqueó una ceja, interesado.
—¿Reencuentro del pasado? Eso suena a drama de telenovela.
San se rió, bajando la mirada.
—Más o menos. Es complicado.
—Complicado siempre es interesante —respondió con una sonrisa que hizo que San sintiera algo en el estómago, una mezcla de nervios y atracción.
La charla continuó hasta que, de forma casual pero directa, dijo:
—Tengo que admitirlo, sos muy lindo.
San se sonrojó, sorprendido por la franqueza.
—Gracias… tú también.
—¿Qué hacés después de esto? —preguntó, mirándolo fijamente.
San dudó un momento, pero recordó las palabras de Mar sobre escuchar al corazón, aunque esta vez era más bien otra parte del cuerpo la que estaba hablando.
—Nada especial.
Una hora después, estaban en el departamento de San. Lo que empezó con un beso tímido en la puerta terminó en un torbellino de pasión. Era tan intenso como su acento, y San no recordaba la última vez que había sentido algo tan físico, tan inmediato, sin pensar demasiado.
Cuando todo terminó, el hombre se recostó a su lado, todavía riendo entrecortadamente.
—Tengo que decirlo, San, fue un desayuno memorable.
San sonrió, mirando el techo.
—Definitivamente no esperaba que mi día terminara así.
Q. se giró hacia él, apoyando la cabeza en una mano.
—A veces, lo mejor que nos pasa es lo que no esperamos.
San no pudo evitar pensar en Pipin por un momento, pero decidió no analizarlo demasiado. Quizá sus amigos tenían razón. A veces, simplemente había que dejarse llevar.
Conforme pasan los años, es más común que las personas salgan del closet a más temprana edad pero no para Q…uentin. Aunque se había percatado desde muy joven de su afición a los penes y a los hombres, no fue hasta que cumplió 12 años de casado y su hijas estaban en la adolescencia, asumió abiertamente que era homosexual.
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